Roque tenía un secreto y un día me lo contó...
Cuando se sentía muy triste y necesitaba sonreir
él sabía donde ir.
Desde la ventana de su casa, veía el mar y como los barcos pasaban sin cesar.
Sus ojos miraban a través del cristal y de repente alguien le tocó por detrás.
Toc-toc; ¿Lo ves Roque?... ¿El qué Elo?
El Faro de las sonrisas!!-le contestó su abuelo.
Hasta entonces Roque no había reparado en él,
lo tenía delante y las nubes no le dejaban ver.
Allí dentro todo es posible,
el guardian del faro te esperará.
A partir de ese día, Roque cuando necesitaba sentirse bien,
se calzaba sus botas veloces y iba por el camino del faro sin parar de correr.
Cada vez que entraba, un escalofrío invadía su alma.
Cerraba los ojos muy muy fuerteeee,
los sueños y la imaginación corrían por su mente.
Todo todo estaba al alcance de su mano.
Cambiaba tristeza por alegría,
llantos por sonrisas,
pena por felicidad.
Y junto al farero lo malo lo lanzaban al mar,
se quedaban con todo lo bueno para no dejar de soñar.
Amigo cada vez que quieras sonreir y no puedas,
recuerda esta historia.
Delante de ti también está el Faro de las Sonrisas,
cuando lo necesites , corre hacia él.
Allí te estarán esperando siempre,
el farero y mi colega Roque.
Y ahora ya sabes...
Si ves la luz rodar y rodar,
es que allí dentro alguien no para de soñar.